16.7.07

Características observables del Batuque Gaúcho



El batuque se diferencia de las demás religiones afrobrasileñas presentes en el Estado de Rio Grande do Sul por la presencia de elementos de las culturas sudanesas jeje y nagô. El pueblo de religión ( povo de santo) se autodenomina “de nação”, reconociéndose heredero de las diferentes tradiciones religiosas africanas presentes en el estado. Las matrices culturales son aquí llamadas “lados” y remiten posiblemente a los orígenes remotos de las casas matrices y sus fundadores, provenientes de regiones como las ocupadas por el actual Benin ( los jeje) Ijesha y Oyo ( poblaciones de habla yorubá en la actual Nigeria) y Cabinda y Mozambique ( de cultura bantú. Actualmente parece haberse extinguido el lado Mozambique aunque perduran en la memoria de los tamboreros más viejos trozos de “axés” ( como se llama en el sur a las cantigas rituales u orin) de esa procedencia. La afiliación de una casa a un determinado “lado” ocasiona el respeto a las tradiciones propias de esa raiz ancestral sobre todo en la manera particular de cómo se asienta una divinidad. Otras veces, puede distinguirse un lado o tradición de otro por el orden secuencial de los cánticos, dondse encontramos que únicamente el “lado” de Oyo posee la particularidad de cantar para los varones ( divinidades masculinas, aboró) primero y luego para las mujeres o ayagbá para cerrar el ciclo con Oshanlá. Pero tampoco hemos constatado que todas las casas que dicen adherir a esa tradición lo hagan así. Otro rasgo distintivo es el modo de preparar los alimentos sagrados o amala y sus nombres o variaciones; los números sagrados de cada orisha ( la cuenta del orisha) , la jerarquización de los orisha a quienes se rinde culto, una especie de orden de precedencia no siempre fijo ni uniforme, y más que nada, el ritmo del toque. Cada casa de culto se titula “Casa de Nação”, para indicar que allí se toca para los orisha africanos, pero es común que la sala de fiestas públicas sea, además, escenario de otros rituales religiosos ( nunca al mismo tiempo, claro) como el de umbanda – en Porto Alegre llamada simplemente “caboclos” o “cabôco”, deformación lingüística propia de este estado donde la gente más anciana dentro de las comunidades religiosas gusta de hablar como bozales. Generalmente no tienen desde afuera el aspecto que podría suponerse debe tener un templo africanista: son casas de vivienda en cuyo frente apenas la casita de los “orisha de rua” indica que además de vivir un sacerdote allí puede ocurrir iniciaciones para este sistema religioso. En los últimos tiempos, adeptos del candomblé de Angola, como la simpática y sabia mametu Kizaze han abierto “roças” que no funcionan como casas de familia sino como verdaderos templos, con las casas de los orisha afuera y los árboles consagrados a Tempo y a Katendé típicos de esa modalidad de culto. En el particular caso del batuque, este emplazamiento típico ha provocado que a la muerte del fundador los conflictos con la familia supérstite hayan obligado a cerrar el lugar, con la consiguiente disolución del grupo. Pero es notorio que los sacerdotes más nuevos a medida que van obteniendo la licencia correspondiente para abrir su casa de Nación adquieran terrenos en las ciudades satélites de Porto Alegre, como Alvorada, Cachoeirinha o Guaíba, donde los terrenos son más baratos y amplios, allí edificando casas-templo-convento con un nuevo enfoque estético y una diferente manera de administrarla.
De modo general una casa de batuque posee un salón más o menos amplio ( en las más antigua la propia sala del habitante, desprovista de mobiliario para las ocasiones festivas), un cuarto restringido en su acceso – el peji o cuarto de santo, y la cocina. Como todas las modalidades de la religión afrobrasileña, la cocina es un lugar importantísimo para el desarrollo del culto. En los templos más modernos, se construye una cocina específicamente adaptada a las necesidades alimenticias de las divinidades, separada de la cocina familiar. Pero aún hay casas en que que una sola y única cocina pertenece alternativamente a la preparación de comidas para el orun y para el aiyé. En el cuarto de santo están guardados los fundamentos de la casa, los asientos particulares de las divinidades a las que el propietario sirve, y muchas veces, también los asientos de las divinidades de los iniciados por éste. Otros cuartos adyacentes de gran relevancia son las “aruandas” o casas de Eshu/Bara, divinidad de los caminos y comunicaciones, el Igbalé o Balé donde se rinde culto a los difuntos y ancestros de la nación o “lado” y en algunos casos un cuarto en el que está desplegado día y noche el oráculo sagrado sobre una mesa para poder ser interrogado a cada paso de la secuencia litúrgica. En el salón, cuando construído especialmente o readaptado, un estrado (llamado “piano” en Porto Alegre y también en Uruguay) alberga los asientos para los funcionarios casi tan importantes como el iniciador: los tamboreros que ejecutan los “axés” en el tambor, instrumento sagrado por excelencia. Normalmente son acompañados por una ejecutante de pie que tañe el age ( llamado sekeré en el norte) y otra con una sineta, frecuentemente sustituída en los últimos tiempos por un adjá , que proviene de la tradición del candomblé y no del batuque. En algunos lados se toca agogó en la secuencia de rezas para el orisha Ògún.


Bàbálórisà Milton Acosta Òséfúnmi

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